Una de las principales amenazas para la uva de exportación chilena se llama Botrytis cinerea, un hongo que se desarrolla en los huertos cuando las condiciones de humedad y temperatura se lo permiten. Debido al Cambio Climático, en los últimos años esas condiciones se han hecho más propicias para que la Botrytis, también conocida como la enfermedad ‘pudrición gris’, aparezca en los momentos más críticos del desarrollo de la fruta. Hasta ahora, para controlarla, los productores en Chile hacen frecuentes aplicaciones de productos, práctica que se contrapone a la tendencia mundial de menor uso de moléculas químicas como residual en la fruta.
“En este escenario el productor incurre en estrategias que lo alejan cada vez más de las tendencias de los mercados, a través del uso exagerado de fungicidas. La producción sostenible de la uva de mesa enfocada al mínimo uso de plaguicidas es un requerimiento de diferenciación en los mercados. Actualmente el productor no sólo debe cumplir los requerimientos de límite máximo de residuos, sino que, en muchos casos, la exigencia se extiende al número máximo de moléculas químicas detectadas en un informe de análisis de residuos de plaguicidas, lo que es difícil de cumplir”, explica Juan Pablo Zoffoli, académico de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
En dicha facultad detectaron el problema y desarrollaron una estrategia basada en un modelo propuesto anteriormente por investigadores de la Universidad de California y de la propia Universidad Católica. Esta estrategia monitorea las condiciones de humedad y temperatura del racimo, para determinar los momentos en que existe riesgo de aparición del hongo y con ello reducir las aplicaciones, explica el profesor de la cátedra de patología de la misma Facultad y co director del proyecto Héctor Valdés.
El proyecto, financiado por el Gobierno Regional de O´Higgins y su Consejo Regional a través del Fondo de innovación para la Competitividad, beneficia actualmente a distintos predios de un grupo de productores de la Región de O´Higgins, la que concentra el 30% de la producción total de uva de mesa de Chile.
Chile, hoy es el segundo mayor exportador de uva de mesa del mundo, con envíos en 2021 por US$928 millones, sólo detrás de Perú, el número uno, que tuvo envíos por US$1.260 millones, de acuerdo a datos del Ministerio de Comercio Exterior de Perú. En la canasta exportadora frutícola de Chile, en tanto, la uva en 2020 ocupó el segundo lugar, detrás de las cerezas y seguida de las manzanas.
El Servicio Agrícola y Ganadero es la institución responsable de mantener y mejorar la condición fitosanitaria del país. “Chile exporta a todo el mundo porque tenemos un mejor patrimonio fitosanitario, ésa es nuestra principal ventaja comparativa”, señala José Guajardo Reyes, director nacional del SAG. “En ese sentido las estrategias de Manejo Integrado de Plagas (MIP) son la mayor expresión de la profesionalización de la agricultura, por eso valoramos mucho que la investigación que se realice desde las universidades resuelva problemáticas del sector productivo y en este caso, desarrollen soluciones que permitan a los productores de uva de mesa, llegar a destino sin problemas de calidad generados por Botrytis, y sin rechazos por presencia de residuos”, indicó.
Varios factores se conjugan para agravar el problema y restarle competitividad a la fruta chilena en los mercados internacionales. En gran parte, estos se originan en la lejanía de Chile de sus puertos de destino. Llegar por barco a China, el segundo mercado de la uva chilena, por ejemplo, tarda 40 días. En no pocas ocasiones sucede que, debido a una mayor temperatura y humedad, Botrytis aparece en el huerto sin ser detectada, es decir como una enfermedad asintomática y se manifiesta en el barco o durante la comercialización, lo que hace que dicha fruta sea descartada en destino o genere un alto riesgo con caída de precios. Cuando esto no ocurre, suele ser porque el hongo se controló con la aplicación muy frecuente de plaguicidas, lo que tiene la limitante ya planteada.
La solución desarrollada por el grupo de investigadores consiste en un paquete tecnológico integral que aborda las distintas fases del problema. Por una parte, se instalaron cinco estaciones de monitoreo cercanas a los racimos en igual número de predios, las que registran las condiciones de humedad, temperatura, pluviometría, etc., datos que son almacenados y gestionados por un software.
“Mediante un modelo predictivo con el uso del software se define en qué momento hay riesgo de infección. Entonces el productor podría recibir la información ya sea por un mensaje en una aplicación de celular, a su correo u otro, para que sea en ese momento cuando haga las aplicaciones, y así acotarlas. Otra solución que desarrollamos es una herramienta que permite diagnosticar qué uvas pueden infectar a otras sanas. A eso se agregan métodos de manejo de follaje en el huerto para reducir las posibilidades de aparición de la Botrytis”, señala Zoffoli.
Para evaluar los resultados, en estudios de campo se comparó el número de aplicaciones que se hacen tradicionalmente en un huerto en un año, con aquellas en la cual se aplicó el modelo. Y el resultado arrojó que hubo una reducción por temporada de 2 a 1 en el número de aplicaciones utilizadas para Botrytis.
Se espera que este trabajo aporte a la competitividad del rubro, diferenciándose a través de un mínimo uso de fungicidas con fruta de largo almacenaje disponible para los diferentes mercados.
Radio Acogida FM